¿POR QUÉ PONEMOS ARBOLITO EN NAVIDAD?

¿POR QUÉ PONEMOS ARBOLITO EN NAVIDAD?

Es tan simbólico como el nacimiento y también es el adorno más reconocible de la navidad, el árbol navideño forma parte de nuestras salas cada que se acercan las fiestas de fin de año, es más que probable que en tu ciudad exista algún evento tipo “encendiendo las luces del árbol” así que se puede decir que es más común asociar la navidad con este adorno que con algo más cristiano como el nacimiento, pero aunque no lo creas, el arbolito tiene también un significado cristiano, aunque no un origen como tal; en este artículo escarbaremos en su historia antes y después de convertirse en el símbolo de la navidad por excelencia.

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Todo empezó en Alemania.

Hace mucho tiempo en el siglo VIII, en la tierra que hoy es Alemania, sus habitantes tenían unas ceremonias tradicionales en las que usaban ramas verdes y decoraban un árbol de hoja perenne, con objetos brillantes y velas encendidas, alrededor de las cuales la gente finalmente cantaba y bailaba; esto lo hacían para fomentar el crecimiento de las plantas y la victoria de la luz sobre la oscuridad. En su cultura se cree que el mundo, como todas las estrellas, cuelga de las ramas de un enorme árbol, el Árbol Sagrado del Mundo (Yggdrasil), árbol que representaban y que adoraban cada año en el solsticio de invierno, época de renovación de la vida.

La celebración original: el nacimiento de Frey

Tengamos en cuenta algo, los cristianos en su labor evangelizadora tienen la misión de convertir a todos a su fe, esto casi siempre es por la buenas, ya que se demostró que ejercer violencia o miedo, no era muy efectivo al momento de implantar una fe; por ejemplo los españoles al llegar a territorio inca en América del Sur, reemplazaron la adoración a los “apus” (grandes montañas) poniendo grandes cruces en la cima de estas montañas, diciendo que la fe cristiana estaba por encima de sus apus; ejemplos como estos hay muchos, pero casi siempre se seguía el patrón de usar la astucia para convertir a alguien a la fe cristiana en lugar de obligarlos por la fuerza.

Al llegar a esta zona del norte de Europa, el reto para los evangelizadores de ese entonces,  fue eliminar la festividad que tenían los habitantes de este lugar, que como ya dijimos era una ceremonia tradicional, más específicamente era la celebración del nacimiento de Frey, dios del sol y de la fertilidad.

La llegada del cristianismo

La historia continúa así, el obispo y mártir inglés San Bonifacio fue uno de los evangelizadores que viaja a la actual Alemania como misionero, fue en la ciudad de Geismar que para demostrar la superioridad de su fe, cortó el roble sagrado al que cada año los habitantes le rendían culto y donde también solían depositar sus ofrendas cada año (como los regalos de nochebuena) y puso en su lugar un pino, que representaría la naturaleza eterna de Dios y el amor hacia él, como adornos eligió manzanas y velas, las manzanas simbolizarian el pecado original y la tentación, y las velas representarian a Jesucristo como luz del mundo.

El celebración impuesta: el nacimiento del mesías

Tras las acciones de San Bonifacio los lugareños se enojaron por su atrevimiento y quisieron lincharlo, pero San Bonifacio no solo los calmó con su elocuencia, sino que también los convenció de que la llegada del Hijo de Dios salvaba a los fieles y que era necesario desterrar al otro dios. La multitud lo ayudó a plantar un pino en lugar del Santo Roble, y desde entonces el árbol ha sido decorado todos los años como símbolo del nacimiento del Mesías.

La expansión al resto del mundo

Como ya notaste, ese fue el inicio de la tradición, una festividad pagana de los antiguos germanos, que pasó a ser cristiana y que se popularizó por el resto del mundo, no se ha mantenido cien por ciento igual, pero aun quedan sus raíces, por ejemplo las manzanas y las velas se sustituyeron por otro tipo de decoración, pero la luz de las velas se mantiene a través de las pequeñas bombillas de colores, y la forma redondeada de los adornos nos hace recordar a la manzana original que impuso San Bonifacio.

El árbol navideño llegó a Inglaterra gracias al príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria. Alberto, que era de origen alemán, quería preservar la memoria de su país, por lo que en 1840 mandó instalar un árbol de Navidad gigante en el Castillo de Windsor. El ejemplo fue rápidamente adoptado por el pueblo británico y desde allí se extendió por todo el imperio. La población adoptó paulatinamente este uso, que alcanzó su auge a partir de los años 50, cuando todo el marketing norteamericano en forma de cine y la televisión influyó a las grandes masas a poner un arbolito en sus casas también.

 

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